Mi experiencia personal con el cáncer de esófago (2a. parte)
Por Bart Frazzitta, sobreviviente de cáncer de esófago y Presidente/Fundador de la Fundación para la educación sobre el cáncer de esófago (ECEF)
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Sobreviviendo a la cirugía de esofagectomía

La primera fase de mi tratamiento para el cáncer de esófago requirió de quimioterapia las 24 horas del día, cinco días por semana durante seis semanas, junto con 28 tratamientos simultáneos de radiación. Ahora tengo que enfrentar la cirugía de esofagectomía para extirpar el tumor que está en la unión de mi esófago con mi estómago. Pero primero tuve que descansar por 8 semanas para que la radiación despareciera de mi sistema. Mi cuerpo necesitaba estar en buenas condiciones para una cirugía mayor.

Mi mente estaba en caos total. ¿Cuál sería el resultado? ¿Vencería a este monstruo y sobreviviría, o comenzaría a contar los días que me quedaran de vida? Tenía confianza en mi equipo de médicos del Memorial Sloan Kettering Cancer Center (MSKCC), pero sabía que la posibilidad de sobrevivir la cirugía de esofagectomía también dependía de mí.

Mi cirugía sería un procedimiento de cuatro a cinco horas. Primero, el cirujano extraería 2/3 de mi esófago y un tercio de mi estómago. Luego, uniría nuevamente el resto de mi estómago con lo que quedara de mi esófago. Al final, la parte superior de mi estómago sería reubicada en el medio de mi pecho.

La cirugía requeriría de dos grandes incisiones, una que correría desde mi ombligo hasta mi esternón; la segunda desde abajo de mi brazo derecho hasta el medio de mi espalda. A pesar de que no se cortaría ningún hueso durante la cirugía, se colapsaría intencionalmente uno de los pulmones para que el cirujano pudiera volver a unir mi estómago en esta nueva ubicación.

Cuando me desperté en la sala de recuperación, tenía un tubo de drenaje gástrico que salía por mi nariz para mantener mi estómago vacío. También tenía tubos en el pecho a cada lado de mi cuerpo para mantener la cavidad de mi pecho sin fluidos, y también tenía un catéter urinario. El plan era que me quedaría la primera noche en la sala recuperación y luego sería transferido al piso de cuidados torácicos del hospital por el resto de mi hospitalización.

Recuperación: Semana 1

A la hora de haber llegado al piso de cuidados torácicos los enfermeros me tenían levantado y caminando. Me informaron que 14 vueltas alrededor de ese piso equivalían a una milla, y que esperaban que yo caminara esa distancia como mínimo todos los días. Los enfermeros también me dieron un aparato de respiración llamado espirómetro, que mide la cantidad de aire que uno inhala y exhala. Se esperaba que hiciera 10 repeticiones por hora en ese aparato para ver cuánto lograba hacer que subiera el indicador. Me habían dado el espirómetro antes de que entrara al hospital, así que yo sabía cuál era mi capacidad pulmonar prequirúrgica. Ahora colocaba el indicador en mi punto más alto anterior y trataba cada día de ver cuánto más me podía acercar a ese valor. Estaba progresando de a poco.

Además de caminar y de usar el espirómetro, se me pidió que tosiera a propósito 10 veces cada hora.  Aunque parece fácil, fue la cosa más difícil que me tocó hacer. Cuando tosía, mi estómago vibraba, y la incisión que tenía desde mi ombligo hasta el esternón se movía causando dolor. Me di cuenta de que si abrazaba una almohada fuerte contra mi estómago suprimía algunas de las vibraciones del estómago, y eso aliviaba el dolor.

Durante 7 días, no comí ni bebí nada.

Recuperación: Semana 2

Luego de la primer semana, me hicieron un examen con deglución de bario. Este procedimiento mostraba si la conexión quirúrgica estaba sanando correctamente. La prueba confirmó que no tenía ninguna pérdida en la conexión nueva entre mi estómago y mi esófago. Estos resultados significaban que yo podría liberarme de los tubos que habían sido insertados durante la cirugía. Qué alivio era poder quitarme todos ese bagaje extra. Caminar alrededor del piso era mucho más fácil, así que podía hacer más del requerimiento diario mínimo de 14 vueltas alrededor del piso de cuidados torácicos.

Aproximadamente una semana luego de mi cirugía comencé un régimen líquido. El 8vo. día me promovieron a una dieta mecánica blanda que incluía gelatina, budín, e incluso huevos revueltos, y un día luego de esto ya estaba comiendo platos del menú. Esta rápida progresión de comidas líquidas a sólidas es rara hoy en día, debido a los nuevos protocolos que mantienen a los pacientes en un tubo de alimentación o una dieta mecánica blanda durante un período de tiempo más largo. Pero estaba agradecido de haber hecho un progreso tan rápido y de haber dejado el hospital el 10º día.

Cuando llegué a casa luego de la cirugía, comenzó una nueva etapa de mi vida.

El papel que juega la depresión

Luego de volver a casa, me di cuenta de que la depresión me hacía sentir muy cansado como para hacer ejercicios. Me inventaba excusas pensando, “si estoy cansado ahora, ¿cuánto más cansado voy a estar luego hacer ejercicio?”. Como resultado, me volví una persona muy sedentaria. Como no tenía apetito, no estaba comiendo adecuadamente y me la pasaba mirando el reloj.

Continué bajando de peso. Durante mi control de seguimiento postquirúrgico, el médico vio que yo continúa perdiendo peso (bajé desde las 250 libras antes del diagnóstico hasta las 170 libras luego de la cirugía). Me dijo que si perdía una libra más me iba a tener que poner un tubo de alimentación. ¡Bueno, ese fue el punto de inflexión de mi recuperación de la esofagectomía!

Desde ese momento en adelante, empecé a hacerme responsable de mi salud y de la vida que tenía por delante. Comencé a hacer ejercicio, que no sólo me ayudó a sanarme sino que también aumentó mi apetito. Mi actitud mental también se volvió más positiva, ya que había decidido que viviría cada día a pleno.

Aprendiendo a comer de una nueva forma

A pesar de que mi estómago ahora era mucho más pequeño, todavía necesitaba el mismo número de calorías para mantener mi peso. En vez de comer las tres comidas por día habituales, comía seis veces por día. Mi estómago ahora era más pequeño, de manera que mis horarios de comida incluían dos desayunos, dos almuerzos, y dos cenas. Con el tiempo, recuperaría un poco del peso que había perdido durante los 7 meses de quimioterapia, radiación y cirugía.

El dormir se vuelve una experiencia nueva

Luego de la cirugía, necesitaba dormir en un ángulo de 30° para que la gravedad no desplazara el contenido de mi estómago hacia mi garganta durante la noche. Utilizaba una almohada médica en cuña para asegurar que la parte superior de mi cuerpo estuviera elevada adecuadamente.

Los dos primeros meses de mi recuperación fueron definitivamente un desafío, pero valieron la pena. El aprender nuevas formas de comer, dormir, y hacer ejercicio resultaron ser elementos esenciales de mi éxito con respecto a la recuperación postquirúrgica.

¿Que significa para mí el cáncer de esófago?

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El cáncer de esófago fue un despertar duro para mí y me ayudó a cambiar mis perspectivas sobre el sentido de la vida. Y, si existen cosas positivas que pueden resultar de tener cáncer de esófago, yo las estoy viviendo. Mi esposa Ginny y yo hemos trabajado con el MSKCC en su “Programa Paciente a Paciente” y hemos ayudado a más de 1.000 pacientes que tienen cáncer de esófago. También hemos formado la Fundación para la educación sobre el cáncer de esófago (ECEF) para ayudar a la gente a ser más consciente sobre esta enfermedad, brindar apoyo a los proyectos de investigación que llevarán a la detección temprana, y acompañar a los pacientes y sus familias por este camino.

Vea más sobre la historia de Bart.

Aprenda más acerca de la Fundación para la educación sobre el cáncer de esófago (ECEF) y la Guía postquirúrgica de la esofagectomía: Preguntas y respuestas.

Haga clic aquí para más información sobre el cáncer de esófago.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de la Sociedad de Cirujanos Torácicos.

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